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Pasaje a la India


Hay lugares en los que te sientes una extraña, y otros donde, como por arte de magia, pareces incorporarte al paisaje como un elemento más, que lleva allí toda la vida. Esa sensación la tuve en India. Y por eso la sesión de cuentos indios Curry y betel es tan importante para mí, porque allí me sentí como en casa. Me trataron, por así decirlo, como a una más de la familia. De ahí que, al preparar la sesión de diciembre en el Harlem Jazz Club, me invadieran las dudas, el miedo a no estar a la altura de lo que mis “ancestros” indios esperaban de mí. Una manera como cualquier otra, supongo, de dejar que aflorara mi perfeccionismo. Así que me puse a ello, e intenté trasladarme hasta India de algún modo.
Y por unos días volví allí, gracias a la excelente voz de Jamie Koot, con la que coincidí en la escuela Vijnana Kala Vedi de Kerala y que me obsequió con un precioso canto a Sarasvati, para abrir la sesión con la bendición de la diosa.
Hojeé también mis cuadernos de kathakali, y recordé a mis perezosos dedos los mudras con los que, según mi maestro, Sri Kalamandalam Keshavan Namboodiri, si te acompañas de las miradas y los movimientos adecuados, puedes decir absolutamente todo.
Leí diferentes versiones del Ramanyana antes de dormir, y mis noches se fueron poblando de guerreros invencibles, demonios malvados, monos dotados de poderes sobrenaturales y ciervos dorados. Y de este modo, poco a poco fue tomando forma la historia de Rama y Sita que quería contar.
Mi amiga Sara me desveló los trucos que toda mujer india debe saber para vestir rápidamente el sari. De una puntuación del 0 a 10, gracias a su ayuda, obtuve en un tiempo récord un nada desdeñable 7.
Probé el cuento en una ocasión propicia, ante mi profesora de kathak Sharmini y sus alumnas. Fue estupendo ver cómo ella disfrutaba cazando detalles de su danza en mis gestos, cómo pueden llegar a fundirse unas cosas con otras…
Y el día llegó. El sol se escondió… y la narradora narró.
Y el mejor premio vino de boca de una amiga que asistió a la sesión con su pareja de origen punjabí, cuando me confesó que él se había sentido trasladado a su país. Cada vez que cuento cuentos de un lugar lejano al mío, es como si viajara allí. Pero es mucho más bonito cuando hacemos el viaje todos juntos.

Para los amantes de lo perdido

Una cosa que me llamó la atención de la historia del local La Campana de los Perdidos de Zaragoza es lo siguiente: Esto convierte a La Campana de los Perdidos en un centro de reunión de escritores, bohemios y otras hierbas, amantes de la noche y, como no, de “lo perdido”. Y eso me dio que pensar, pues los cuentos se me antojan como pertenecientes a esa categoría de “lo perdido”. Los hemos dejado tanto de lado, considerándolos injustamente algo pueril, frívolo, pasado de moda e incluso reaccionario, que obviamos todo lo que nos pueden aportar a nuestra vida actual, que no es poco. Pero lo bueno que tiene lo perdido, es que puede volverse a encontrar, y cuando esto sucede, siempre lo ves con otros ojos. Y menuda alegría da encontrar algo con lo que ya no contabas…
La sesión de La Campana de los Perdidos tuvo una magia especial, pues en ella pude reunir buenos amigos y familia muy querida que no veo a menudo, por eso de la distancia y el olvido. Tenerlos a todos allí fue un regalo. Y hubieron más regalos, porque después de desgranar los cuentos del cadáver prodigioso, cuentos tradicionales puros y duros, y ver que la gente los absorvía sin pestañear, atrapados por el viaje de Decho Sangbo, el protagonista de las historias, al bajar del escenario tardé un buen rato en reunirme con mi gente porque me salieron al encuentro oyentes con ganas de decirme lo que habían sentido, saber más de los cuentos, o incluso hacerme saber que, de algún modo, los cuentos les estaban conectando de nuevo con sus raíces, con su familia. Una chica me contó que está grabando a su madre los cuentos aragoneses que recuerda, para que sus futuros nietos tengan también ese recuerdo vivo. Así que no todo está perdido.

K08: cuentos a la carta


Lo que más me gusta cuando cuento es contemplar las caras de los oyentes, cada uno viviendo su propia imagen de la historia, transportado quién sabe dónde. Daría lo que fuera por saber a qué lugar del mundo o del recuerdo les ha llevado a cada uno de ellos. Por eso, cuando Ignasi Potrony me ofreció la oportunidad de participar en el espacio reservado a la oralidad de la Fiesta de la literatura Kosmopolis 08, me lancé a ello sin dudarlo. La idea de explicar cuentos “a la carta” en la terraza de un café en el Pati de les dones del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona prometía la posibilidad de poder conectar de un modo más directo e íntimo con el público, de poder escucharle. Dándole voz al oyente, todo podía pasar. Y efectivamente, pasó.
Por la terraza del CCCB desfilaba todo tipo de público que asistía los numerosos eventos de Kosmopolis y optaba por saborear un café, una cerveza, o bien un cuento. Había escépticos y receptivos, abiertos y recelosos, con sed de historias o eternos inapetentes… Pero muchos de ellos acabaron encontrando su cuento. Y entonces se produce el milagro. Y te cuentan. De lo que les ha dicho el cuento. O de su familia. O de sus recuerdos. Te cuentan sobre lo que hacen, lo que les espera al salir de allí, de lo que les gustaría que sucediese. Y a veces incluso te premian contándote un cuento. O con un pequeño guiño, como el cuento de los fameliars escuchado por un músico ibicenco de un grupo del mismo nombre, o la visitante italiana que toma café en el mismo local que Steffano Benni, el autor del cuento que le acabas de contar. Y es entonces cuando los cuentos y la vida se entremezclan, o es posible que hayan estado siempre así, en una feliz mezcolanza, sólo que hasta ahora no nos habíamos dado cuenta. Y es que a un narrador también le conviene recordar de vez en cuendo lo bueno que es escuchar. Por eso quiero dar las gracias a todos aquellos que de algún modo ayudan a que esto suceda.

Bazar de historias en el Festival Asia

El próximo miércoles 24 estreno la sesión Basar d’històries: contes populars del Pakistan en el Festival Asia. Ha sido la excusa perfecta para pasearme por ciudades de las Mil y una noches como Rawalpindi, callejear por los bazares de Karachi, embriagarme con el olor de las especias en Quetta y sobre todo, descubrir en Peshawar el secreto de Qissa Khawani Bazaar, el mercado de los narradores, un regalo inmenso para cualquier narrador. Aunque para regalos, nadie como Wali Dad… Pero no avancemos acontecimientos, habrá que esperar hasta el día 24. Bones festes de la Mercè!

Basar d’històries: contes populars del Pakistan
Lugar: Carpa asiàtica en el Parc de la Ciutadella, delante del Museo de Zoología
Día y hora: Miércoles 24 de septiembre, a las 18h

Es Racó Verd


Nada más llegar a la isla, mi amiga me dijo: “He visto que el miércoles por la noche hacen cuentos”. Y es que cuando una narradora se va de vacaciones, los cuentos también la acompañan. Faltaría más, murmuran ellos. Ya el día antes, en las fiestas de Jesús, la proyección de Kirikú y la bruja me puso sobre aviso: otra vez los cuentos me seguían de cerca. Así que me rendí, y fuimos a Es Racó Verd, en Sant Josep, Ibiza, donde hacen cuentos cada primer miércoles de mes. Es un patio blanco y emparrado, ideal para disfrutar del fresco de la noche mirando las estrellas. Y con un público que han ido haciendo poco a poco Los duros de cartón, y los del oficio sabemos lo que cuesta eso. Ahora es verano y parece más fácil ganar la batalla a una calurosa pantalla, pero igualmente cuesta…
Es una sesión de fin de temporada y se anima todo el mundo a contar, y asoman historias de todo tipo. Cuentan los habituales y los visitantes. Cuentan incluso los que nunca cuentan. Y de vuelta a casa, mis amigos me cuentan de sus respectivas abuelas, que contaban los mejores cuentos que han escuchado jamás. Y esas confidencias a última hora, fruto de la onda expansiva de los cuentos, son para mi las historias más bonitas de la noche.
Un saludo a todos los que mantienen viva la narración en la isla blanca.

Periplo estival

Sin apenas darme cuenta, ya estoy en pleno el verano. En os últimos tiempos, la pregunta del verano es “¿Dónde vas de vacaciones?” Y si tu respuesta no incluye el nombre de un lugar exótico, parece que te van a poner falta.
Pues resulta que este año no me apetece moverme, oye. Será que estoy preparando cuentos de lugares remotos que cada noche me hacen soñar en un lugar distinto y con eso ya me vale, que me apetece más descansar…
Secretamente, creo que algo tiene que ver con ello el libro que estoy leyendo estos días: Islario Maravilloso – Periplo árabe medieval, de Angelo Arioli. Me lo ha prestado mi amiga Rocío, por lo que me considero tremendamente afortunada, pues ya sólo se encuentra en librerías de viejo. Con él cada día me sumerjo en una isla inesperada, y las agencias de viajes rabiarían de envidia ante nombres como la isla de Zawag, Sarandib, Kandulawari o Masfahan, o incluso la Isla de Mujeres, la Isla de las Hijas del Agua, la Isla de lo Sumergido, o la Isla de los Cangrejos Petrificados… Hoy, sin ir más lejos, estoy costeando la isla de los Rud: “Estos seres tienen alas, cabellos y finas trompas. Caminan sobre dos y cuatro patas, vuelan y vuelven a la isla. Son antiguos demonios, dicen.”

Homenatge a Yolanda Sin

No sóc traçuda en qüestió d’homenatges. No sé perquè, la idea de començar a parlar d’algú recordant totes les seves coses bones em fa sentir incòmoda, potser perquè el que més m’acosta precisament a algú desaparegut són els petits defectes, amb els quals em puc sentir més identificada, més propera.
Quan vaig assabentar-me de la mort de la Yolanda, vaig ser incapaç d’expressar-ho, potser perquè em costa assumir la idea que algú pugui deixar d’existir. Feia temps que no sabia d’ella, que no parlàvem, i em va semblar com si el fet d’oblidar podia fins i tot fer desaparèixer algú així, com en aquelles fotos de la URSS on algú hi era i, de cop, ja no hi era més.
El proper dissabte 14 de juny participo en un homenatge per a la Yolanda fent una de les coses que m’agrada més fer: narrar. És l’única manera que se m’acut per recordar-la que m’agrada i que crec que a ella li agradaria. Però m’agradaria més que m’ho pogués dir. Tothom qui vulgui venir a escoltar contes, serà benvingut. Tant de bo que ella, d’alguna manera, també hi sigui.
Homenatge a Yolanda Sin
Lloc:
Parc Puigverd de Sant Cebrià de Vallalta (Maresme),
Hora:
De 17 a 20h i de 22h fins a 24h (potser més i tot)
Organitza:
Associació Cultural Tramendus
Participen:
Pepa Llobet, Susana Tornero, Isaac Aguareles, Cristina Contreras, Susagna, Perot, Imma Zapata, Ignasi Potrony, Teresa Saladich, Xavi Demelo, Vivim del Cuentu, Mar Ortega, Noemí Caballer Balust, Delícies, Xavier Gállego i Maria Alcázar.

FEM ART’08

Hoy a las 16h contaré el cuento “La invención de un idioma” de Wolfgang Kohlhaase, en la clausura de la Muestra de Arte de Mujeres FEM ART’08 organizada por Ca la dona.
Día y hora: Sábado 31 de mayo a las 16h
Lugar: Sala Marqués de Comillas del Museu Marítim (Drassanes)
Hace tiempo que no cuento esta historia, pero sigue siendo mi favorita, y me apetece ver qué ha sido de ella después de todo este tiempo, si ha crecido, si está cambiada, o si ha engordado, como con algún viejo amigo que no ves desde hace mucho. Ya os contaré…

Sant Jordi 2008


Aquest any vaig celebrar Sant Jordi al Centre de Formació per Adults de Santa Eulàlia, a l’Hospitalet. Vaig gaudir molt del caliu de la festa, les roses i la barreja d’alegria i nerviosisme dels alumnes que van llegir les seves obres premiades al certamen davant del públic. Per la meva part vaig intentar embarcar a tothom en un petit viatge per les illes mediterrànies, fent via cap a l’Alguer, fent una petita para a Eivissa.
Per qui vulgui investigar un xic les rondalles alguereses:
Rondalles alguereses, de Pasqual Scannu, Rafael Dalmau Editors, Barcelona, 1985.
I pel que fa a la rondalla eivissenca, la podeu trobar en castellà aquí:
Leyendas y cuentos casi olvidados de las islas baleares, Gabriel Sabrafín, La foradada, José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1996.

La primera vez

Aquí tenéis una entrevista que me hicieron con motivo de la sesión de cuentos tibetanos en el Harlem Jazz Club de Barcelona, el 8 de diciembre de 2007. Era la primera vez que me hacían una entrevista (bastante accientada por cierto, por teléfono y en tren, pasando mil peripecias entre pregunta y pregunta) y aunque con el filtro del periodismo todo parece diferente, se magnifican cosas insignificantes o bien se obvian otras que para tí son fundamentales, viendo el producto final, algo de lo quería decir creo que sí que ha quedado. Aquí lo tenéis por si queréis echarle un vistazo. Se ruega dirigir discrepancias y reclamaciones al servicio de atención al oyente…

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