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De cuentos en Letonia 2 / Storytelling in Latvia 2

04/05/2013 - blogue
Segunda entrega de mi paso por Letonia. Abajo, la traducción en inglés.
Second part of my trip in Latvia. Below you’ll find the English translation.

27 de Abril

Es un día lluvioso, pero maravilla de maravillas, después de desayunar, la lluvia para, y nos dirigimos al lugar donde se celebra el festival, cerca del río, por supuesto. En el parque han montado un gran escenario rodeado de puestos donde se venden productos artesanales. 
Más a la orilla, resguardado del viento por una enorme casa, se encuentra el lugar donde se desarrollará la contada, alrededor de la lumbre donde se cocinará la sopa. Liesma nos presenta a su marido Kārlis Zaķis, que ya está ocupado encendiendo el fuego. Lleva el traje tradicional y se acompaña de un ruidoso bastón con piezas de metal. «Es un bastón para ahuyentar el diablo». Es bueno saberlo. Jaak dice que en Estonia también lo tienen.
Todo el mundo echa una mano: unos traen bancos y mesas, otros acarrean leña, otros abren un pequeño toldo por si la lluvia vuelve… Pero parece que no, las nubes pasan realmente de largo.

Ina Celitāne, directora del Centro Cultural Kūrava, también está ahí. Corre ajetreada de arriba abajo, echando una mano donde hace falta, pero en cuanto nos ve, nos recibe calurosamente y nos muestra a Jaak y a mí el gran edificio. Las mujeres vienen aquí a tejer las faldas tradicionales: veo telares, cestas de costura… Nos lleva a una sala enorme con muy buena acústica para conciertos y bailes, pero el techo pide urgentemente una restauración. «La idea es recuperar el espacio para el pueblo», nos comenta.

Y parece que la gente se lo ha tomado en serio: la casa debe restaurarse, sí, pero han encendido las estufas, en la cocina los ingredientes para la sopa ya están listos, y en una de las salas encontramos a un grupo de jóvenes ensayando una canción. Por la noche se reunirán aquí, al amor de la lumbre, y tocarán en una sesión improvisada donde participarán grupos de música de la región. «Si queréis venir, estáis invitados!»
Salimos fuera y vemos como un grupo de pescadores rodean a un hombre con una balanza de mano: es el encargado de pesar la pesca para ver quién es el ganador. Me pregunto si aquí también habrá dichos sobre los pescadores que dicen haber pescado un pez enorme que nadie ha visto nunca. Jaak sonríe y me dice que en Estonia no solo tienen un dicho, sino también una canción.
Guntis nos da media horita para pasear por la feria antes de ir a contar en el escenario principal. Paseamos con Jaak entre los puestos: quesos, miel, jabón, hierbas medicinales, pescados ahumados…  Jaak me habla de la gastronomía de su país, de los puntos en común con la comida letona, de lo deliciosa que es la anguila ahumada… «Deberías probarla», dice. No estoy muy convencida: mi abuelo pescaba anguilas, pero recuerdo que no me gustaba nada el aspecto de aquellos peces recién pescados, eran como pequeñas serpientes que me miraban con bocas llenas de dientes rabiosos y ojos saltones. Miramos el reloj y ya es la hora, así que vamos a reunirnos con el resto de narradores: la anguila tendrá que esperar.
En el centro del parque han montado un gran escenario donde la gente podrá disfrutar de música, danzas… y cuentos. La feria está llena de gente paseando a pesar del frío, y agradezco enormemente poder contar con el manto que me ha prestado Mara. Por suerte, sigue sin llover. Cuando llega mi turno, cuento la sopa de piedra y en lugar de carne, le añado pescado fresco del río Venta, a la usanza del lugar. Es divertido ver como la gente va repitiendo hipnóticamente los sonidos clong-shhh-chikchikchik-chaschas-plof… Después de contar se anima a la gente para que acuda a la orilla del río, detrás del Centro Cultural Kūrava. Es un buen lugar, lejos del bullicio de la feria y a resguardo del viento, dos detalles importantes, y me alegro de ver cómo los organizadores han pensado en cosas que a veces los gestores culturales ni siquiera se plantean. Y además… ¡premio! El sol sale y la temperatura es bastante agradable.
Volvemos allí y sobre el fuego ya humea el caldero para la sopa. Līga Reitere, narradora del Museo Amatu māja de Ventspils, está en plena faena, nos va explicando todos los pasos para hacer la sopa y va aderezando la explicación con sus historias. Su modo de hablar me llama mucho la atención, y además, está ahí contando, tan natural, mientras revuelve la sopa, le añade un toque de sal, trae de acá para allá el pescado… Agata me comenta que habla un dialecto muy marcado, y me hace gracia ver que esa diferencia dialectal es un atractivo más a la hora de contar. Aquí en Kurzeme el dialecto está mucho más olvidado que en la región de Latgale, de donde procede Līga. La gente de Kurzeme sólo emplea el dialecto para bromear. Esto me hace pensar en el proyecto de narración Mercat de Veus (Mercado de Voces) que tenemos en las bibliotecas de Barcelona, en el que cada narrador narra en su variante regional de catalán para que los niños puedan disfrutar de la riqueza de su idioma; resulta interesante ver un fenómeno similar desde otra perspectiva.
Los narradores se van turnando delante de la olla humeante y van circulando las historias: las hay de todo tipo, muchas son de risa, de tipo costumbrista, cosas que han pasado por la zona, leyendas urbanas, chistes, anécdotas… Viene a contar también Inese Šmukste, la gerente del hotel donde nos alojamos, la periodista del diario local, un pescador que ha aportado también su pesca de hoy… Y vuelven a narrar Liesma, Inita, Ārija, Guntis y Aldis Pūtelis, a quien aún no había tenido oportunidad de escuchar y que elige unas historias de lo más chistosas. Mis risas resuenan siempre con retraso, cuando alguien me hace una traducción, tarea difícil, pues el humor no siempre se deja traducir.
Veo que algunos de los ingredientes de la sopa de pescado son similares a los del cuento. Aquí también se cuenta la historia de la sopa maravillosa, pero en lugar de una piedra, se utiliza un hacha de cortar leña.  Me animo a contar la gallina negra y como aquí una de las fiestas más importantes es Jāņi, la noche de San Juan, en la siguiente ronda narro el cuento del fameliar, ese duendecillo ibicenco que solo se puede cazar la noche de San Juan y siempre pide trabajo o comida. «Darba-ēst-darba-ēst», repite Agata, y se me pega a mí también: el duendecillo ibicenco ya chapurrea dos palabras en letón.
La gente va y viene, cuenta, come un tazón de sopa, y al igual que en el cuento, hay para todo el que quiera. Liesma y Ārija ejercen de mamás y se encargan de traerme otro plato de sopa. 
Podemos ir a visitar la feria otra vez si queremos, a las cuatro ya tocará ponernos en camino rumbo a Kandava. Voy a visitar el puente y me como un caramelo que me regaló Davis, el hijo de Agata, con la imagen de este mismo puente en el envoltorio. Hace sol y las nubes pasan de largo. Es mi despedida de Kuldigā. Jaak también vuelve a despedirse del puente, pero en lugar de ir a visitar la feria, volvemos a la mesa alrededor de la olla de sopa: ahora ya se están contando las historias en petit comité, sin micrófono, y unos y otros se turnan para traducirme pequeñas historias del lugar que van pasando de unos a otros. Acabamos cantando una canción improvisada, por supuesto, y recibo también algunos versos. «Qué dicen?» «Susana está paseando junto al río Venta, esperando algún buen mozo», contesta Ina, divertida.

A la hora de la despedida, Ina nos abraza, nos pone un delantal a Jaak y a mí y nos dice: «Ya sois parte de la familia». Abrazos, despedidas… subimos en el coche y ponemos rumbo a Kandava. Bosques, prados, una casita aquí y allá. El paisaje es muy llano, como mi Empordà natal, pero allí no tenemos estos bosques. La primavera se está haciendo de rogar, pero ya empieza a pintarse todo de verde. Vamos bien de tiempo y Guntis hace un alto para mostrarnos las cascadas de Renda, y también una curiosa exposición de muñecas, una iniciativa muy curiosa de una familia de Sabile. Allí podemos ver objetos del pasado, como una antigua lavadora «Riga». «¡Todo el mundo tenía una de estas en casa!», exclama Jaak.

Llegamos al Museo de Kandava, que además de salas de exposiciones, también es la sede de diferentes grupos sociales y un centro de artesanía. Después de ofrecernos un delicioso té de bellota con pastas, empezamos con los cuentos. Parece el lugar propicio para El niño que dibujaba gatos, un cuento japonés sobre el alma del artista, con toques de cuento de miedo, muy del gusto letón. En realidad, creo que esta historia japonesa podría suceder en algún lugar de Letonia. Luego Ārija se las ingenia para hacernos moler café con gestos: me encanta su estilo desenfadado, siempre acaba revolucionándonos a todos. Y Ausma cuenta un cuento muy hermoso en el que imita un pájaro empleando un mimologismo, tal como mi querido tándem de narración Ignasi Potrony acostumbra a hacer en Barcelona; creo que le encantará saberlo. Más puntos en común.

Después de los cuentos visitamos la exposición de pintura y de cine (en esta zona se rodaron algunas famosas películas durante el período soviético) y acabamos bailando bailes tradicionales. Al final subimos al taller de artesanía y comemos unas deliciosas gachas aderezadas con panceta. « ¿La bruja de los cuentos no va a venir?», pregunto, pues me he quedado con las ganas de hablar con ella: me había llamado la atención su apasionada forma de narrar y como conseguía mantener a todos los niños fascinados con sus historias.  «No, no va a venir, nosotros iremos a verla a su casa». La perspectiva de visitar a una bruja en su casa es aún más fascinante.
Nos despedimos de todos, Guntis, Jaak, Ausma y yo nos dirigimos a Tukums. Cerca de allí, en un lugar apartado se encuentra la casa de Ivita, conocida como Pasaku Ragana, “la bruja de los cuentos”. Ivita ha creado un lugar original y maravilloso donde pequeños y grandes acuden a escuchar historias. Por las paredes cuelgan hierbas medicinales, en la estantería se amontonan libros de todo tipo, marionetas, muñecos y talismanes. En una pared están los tipos de cuentos que puedes elegir, y la bruja propone pequeños juegos hechos con ramas y cuerdas, y recibe a los visitantes en una sala amplia y llena de cojines, muy acogedora. En un lugar así da ganas de sentarse a escuchar historias.

 La bruja Ivita es una bruja buena. Nada más entrar nos invita a sonreír al espejo de la entrada, para dejar fuera los malos espíritus, y luego nos ofrece un té. Su marido Kārlis hace de traductor y empezamos una conversación memorable. Me habla sobre cómo prepara a la gente para la escucha, sobre su modo de ver los cuentos tradicionales… Ha desarrollado una forma muy creativa de trabajar con los niños y me encanta el universo que ha creado a su alrededor para facilitar a la gente la entrada al mundo de lo maravilloso, algo que suele resultarles más difícil a los adultos que a los niños. Soy incapaz de resumir todo lo que llegamos a hablar, desde la importancia de crear un espacio donde sea propicia la escucha, hasta el poder y el potencial de los cuentos tradicionales, nuestras formas de ver y sentir los cuentos, la tarea imposible de clasificar lo inclasificable llevada a cabo por los folkloristas… Hablamos y hablamos, y descubrimos que compartimos un lenguaje común: el de las personas que aman las historias. Ivita nos da a cada uno un talismán de madera de enebro, para librarse de la energía negativa. «Hay que guardarlo durante un año y luego quemarlo », nos aconseja la bruja.

Nos vamos no sin antes curiosear por la casa, que está llena de detalles misteriosos. Y contemplamos el guardarropa de la bruja, con sus trajes de creativos diseños. Es una lástima que viva a más de 3.000 kilómetros de distancia; me encantaría poder visitarla de vez en cuando, tomar un té con ella, escuchar cuentos, y que la iglesia murmure de nosotras… Por suerte, es una bruja moderna: está traduciendo al inglés su blog y pronto podré chatear con ella desde España.

Tomamos de nuevo la carretera, ya en dirección a Riga. Ya ha anochecido y es tarde, pero Guntis dice: «Ahora, al Museo de los Cuentos». «Son más de las diez, el museo ya estará cerrado», comento. Pero Ausma sonríe con picardía y me muestra una llave: «Bueno, yo puedo abrirlo.» Resulta que Ausma es la encargada del Museo de los Cuentos, así que… ¡Nos abren el museo a Jaak y a mí!! Increíble. Esto solo pasa en los cuentos… Y me siento afortunada.

El museo está en el edificio de una antigua escuela rural, la Lancenieku skola, en la parroquia de Džūkste, donde trabajó Anss Lerhis-Puškaitis, un antepasado de Guntis que se dedicó a recopilar un montón de cuentos populares: más de 6.000 textos en 7 volúmenes (1891-1903). Detrás del panel explicativo de la entrada, donde se expone una biografía del folklorista… ¡tachán! aparece un teatro de títeres, y en el centro del antiguo dormitorio de los niños han colocado un árbol mágico.

Es un museo lleno de sorpresas, el lugar perfecto para contar cuentos de noche. Me imagino a los niños en sus camas, contando cuentos de miedo a oscuras, escondiendo sus cabezas bajo las mantas. Muchos de los propios niños ayudaron a recopilar cuentos de sus familias, aunque en aquella época no se les daba mucho valor como informantes. En la actualidad esta perspectiva ha cambiado, pues en muchas regiones de África los niños han demostrado ser unos fantásticos narradores. En otra sala descubro unas maravillosas ilustraciones de Kurbads, el héroe del cuento letón más largo que se conoce, el cual se enfrenta a demonios de diez cabezas, dragones y otras bestias fantásticas. Me encantaría poder contar las hazañas de Kurbads a mi regreso, seguro que a los niños de mi país les encantaría. Lo pondré en mi lista de deseos.
Ahora ya es hora de volver a Riga. Llegamos a medianoche y me despido de Jaak, mi querido jutumees, que va a tomar el autobús, en unas horas ya estará en casa. Prometo visitarlo si voy a Estonia y probar la anguila ahumada. Ojalá volvamos a coincidir en algún lugar del mundo de los cuentos. Hoy tengo la sensación de que todo es posible. Vamos a ver qué me depara el futuro.
Continuará…
Mi más sincero agradecimiento a Aldis Pūtelis, Kārlis Kalseris y Guntis Pakalns por sus fantásticas fotos. Liels paldies!


Here the English version…

27th April

It’s a rainy day, but after breakfast, as by magic arts, the rain stops and we go to the festival area, near the river, of course. In the park there is a big stage surrounded by stands of handicrafts.

Closer to the bank and sheltered from the wind by a big house, the storytelling will take place, around the bonfire while the fish soup will be prepared. Liesma introduces us to her husband Kārlis Zaķis, who is lighting the fire. He wears the traditional outfit and carries a noisy stick with metal pieces. «It is a stick for scaring the devil». Good to know. Jaak tells me that they have it in Estonia, too.

Everybody is helping there: carrying banks, tables or wood, opening a little tent, just in case the rain appears again… But it seems that clouds are really going away.
Ina Celitāne, director of the Kūrava Cultural Centre, is also there, she is really busy helping everyone, but as she sees us, she offers to show us Jaak and me the big old building. Women come here to weave their skirts: looms, sewing boxes… She leads us to a big hall with an excellent acoustic, perfect for concerts and dances, but the ceiling needs to be repaired urgently. «We want to recover this space for the people», she comments to us. And people seem to take it seriously: the house needs reparations, of course, but the fire is lightened, in the kitchen the ingredients for the soup are ready, and in one of the rooms we find a group of young people rehearsing a song. Tonight they will meet all here, near the fire, to play in a jam session with different local groups. «If you want to come, you are welcome! »
We go out and we see a group of fishermen surrounding a man with a scale: he has to weight the fishes and decide who the winner is. I wonder if they have also sayings about fishermen that say they fished a big fish that no one has ever seen. Jaak smiles and says that in Estonia they have not only a saying, but a song, too.

Guntis gives us half an hour to visit the fair before going to tell on the main stage. We walk with Jaak among the stands: cheese, butter, jam, honey, soap, medicine herbs, smoked fish… Jaak tells me about Estonian food, about the differences and similarities with Latvian food, about how delicious smoked eel is… «You should taste it», he says. I am not persuaded: my grandfather used to fish eels, but I remember I didn’t like the appearance of these fresh fished eels, like little snakes looking at me with angry teeth and bulging eyes. We check the time and it is time to go: eel tasting would have to wait.

In the centre of the park they have installed a big stage where people will enjoy music, dance… and storytelling. The fair is full of people in spite of the cold, and I feel really grateful of having the splendid shawl Mara borrowed me. And still no rain! When my turn comes, I tell the Stone Soup story, but instead of meat I add fresh fish from Venta River, as in the local dish. It is funny to see people repeating hypnotically the sounds clong-shhh-chikchikchik-chaschas-plof…  After the stories people are encouraged to come with us to the river bank, behind the Kūrava Cultural Center. It is a good place, far away from the fair’s hubbub and sheltered from the wind, two important details from my point of view. I am glad to see how organizers took into account these details that sometimes big cultural managers don’t even consider. And then… Yes! Here comes the sun and the temperature is quite agreeable.


We go back to the river bank and the soup pot is already steaming. Līga Reitere, storyteller from Amatu māja Museumin Ventspils is at work, she explains us every step of the local recipe, seasoning it with little stories. Her way of speaking attracts my attention, and while she speaks, very spontaneously, she stirs the soup, adds salt, checks the fire, and brings the fish… Agata comments me that she speaks a particular dialect with a strong accent, and I am glad to see that this dialect variation is an added value as a storyteller. Here in Kurzeme, dialect is much more forgotten than in Latgale region, from where Līga comes. Kurzeme people use dialect mostly with jokes. This makes me think about the storytelling project Mercat de Veus (Voices Market) that we run at Barcelona Libraries, where each storyteller tells in his/her own dialect, so that children can enjoy to hear the different dialects from Catalan; it is interesting to see this phenomenon from a different perspective.


Storytellers tell stories in turns before the steaming pot, and all kind of stories begin to circulate: funny stories, custom tales, events, historical facts, jokes, anecdotes… Inese Šmukste, our hotel’s manager, joins the storytelling crew, as well as a local journalist, a fisherman who brought his catch for the soup… Then Liesma, Inita, Ārija, Guntis and Aldis Pūtelis, a storyteller I didn’t had the opportunity to hear until now, who has a very witty repertoire. My laugh comes always delayed, as somebody translates me the meaning of the joke, a hard job, as humour is not easy to translate.

I see that some ingredients of the fish soup are the same in my tale: onions, carrots, potatoes… In Latvia they also have a variant of this folktale, but instead of a stone, they use an axe. I also want to eat soup, so I tell the black chicken, a gypsy story, and as Latvians also celebrate Saint John’s night, Jāņi, on the next round I tell the story of the fameliar, a little goblin that has to be chased on Saint John’s night and who always asks for work or food. «Darba-ēst-darba-ēst», repeats Agata, and me too: suddenly the goblin from Ibiza seems to speak a bit of Latvian!
People come and go, tell a story, eat a bowl of soup… And like in the story, there is soup for everyone. Liesma and Ārija take care of me as mums do and they bring me another bowl of soup. Guntis gives us time to visit the fair again, at four we will have to leave for Kandava. I go to say goodbye to the bridge and I eat a candy that Davis, Agata’s son, gave to me yesterday: the wrapper has the image of this bridge. The sun is shining and clouds go away. Jaak comes also to say goodbye to the bridge. But instead of visiting the fair, we go back to our people around the bonfire: now the last stories are being told, for the little group remaining, at the table, and they translate me in turns the meaning: little local stories that pass from one to another. We end singing an improvised song, of course, and they dedicate me some verses. «What are you saying? ». «Susana walks along the Venta River, waiting for a handsome guy», says Ina, amused.

Before leaving, Ina embraces us and puts around each of us an apron saying: «You are part of the family now». Hugs, farewell words… We take the car and go to Kandava, crossing forests and fields, sometimes a wooden house here and there… The country is really plain, like the Empordà, my homeland, but we do not have such beautiful forests there. Spring is coming late, but green colour begins to show up. We have time and Guntis stops to show us the Renda waterfall, and also a curious exhibition of dolls, a very curious initiative of a family from Sabile. We can see objects from the past, as an ancient ‘Riga’ washing maschine. «Everyone had one of these at home!», says Jaak.

We arrive at Kandava Museum, which houses not only art exhibitions, but also several social groups and a handicrafts centre. After a delicious acorn coffe with biscuits, there come the stories. It seems the most suited place to tell the story ‘The boy who loved to draw cats’, a Japanese story about the artist’s soul, a bit scary, I think it can please Latvian’s taste. In fact, that story could happen somewhere in Latvia.  Then Ārija manages to make us grind coffee beans with gestures: I love her easy going style; she always manages to shake up everyone. And Ausma tells a beautiful story where she mimics a bird, as my dear storytelling colleague Ignasi Potrony uses to do in Barcelona; he would be delighted to know that. More points in common.
After the stories, we visit the painting exhibition, and also a part of the museum devoted to cinema (in this region some famous films were shot during the soviet period), and then we dance traditional dances with life music. We go upstairs, to the handicrafts centre, and they offer us a sort of porridge with bacon, very tasty. «The Fairy Tale Witch is not coming?», I ask, as I would like to talk a bit with her; I was impressed by her passionate style of storytelling, and by how she managed to keep all kids fascinated with her stories. «No, she won’t come; we are going to visit her at home». The perspective of visiting a witch home is even more fascinating.
After saying goodbye to everyone, Guntis, Jaak, Ausma and I, we take the way to Tukums. Near this town, in a remote place, it is the house of Itiva, known as Pasaku Ragana, ‘The Fairytale Witch’. Ivita has created an original and wonderful place where people can come to listen to stories, children and adults as well. The walls are full of healing herbs, old books, puppets and any kind of charms and talismans. In one wall is written the different kind of stories you can choose, and the witch proposes little games made of wood and strings, and welcomes people in a beautiful room full of cushions, very comfortable. In such a place you feel in the mood of sitting down and listen to stories.
She is a good witch: at the entrance, after inviting us to smile at her mirror in order to leave evil spirits outside, she offers us a cup of tea. Her husband Kārlis helps with the translation from Latvian to English, and we begin a beautiful conversation. She talks me about her way of preparing people for hearing stories, her approach to folktales… She has developed a very creative way to work with children and I like the universe she has created in order to make easier people to enter in the world of wonder, something that is usually more difficult for adults than for kids. I am unable to sum up all the things we talked about, from the importance of creating a space that favours the act of listening, to the power and potential from folktales, our feelings about storytelling, the impossible task of classifying the unclassifiable that folklorists do… We talk and talk until dark, discovering that we share a common language: the language shared by the people who love stories. Ivita gives to everyone of us a talisman of juniper wood; it helps to discharge negative energy. «Keep it during a year, then burn it», she recommends.
It is time to go, but before that, we look around the house, full of mysterious details. We see the witch’s wardrobe, with her creative and fancy designs. It is a pity that she lives at more than 3.000 km of distance from my place; I would love to visit the Fairy Tale Witch’s home from time to time, to have a tea with her, to hear stories, to let the church gossip about us… Fortunately, she is a modern witch: she is translating her blog to English, and I would be able to chat with her from Spain.
We take again the road, heading for Riga. It is already dark, and pretty late, but Guntis says: «Now to the Fairy Tale Museum!». «It is after ten, the museum will be already closed», I say.  But Ausma smiles amused and shows me a key: «Well, I can open it.» And then she tells me that she works at the Fairy Tale Museum, so they open the museum for Jaak and for me!! Amazing. This thinks only happen in folktales, don’t they? I feel fortunate, and blessed, and special, too.
The museum is the building of the former Lancenieku Rural School, in the parish of Džūkste, where Anss Lerhis-Puškaitis, Gunti’s ancestor, worked a long time ago and gathered an important collection of folktales – more then 6000 texts in 7 volumes (1891-1903). At the entrance, behind the screen that presents Lerhis-Puškaitis biography… ta-dahh! A puppet theatre appears, and in the old children’s bedroom they have put a magic tree in the middle. It is a little museum full of surprises, the perfect place to tell stories at night. I imagine the children on their beds, telling ghost stories in the dark, hiding their heads under the blankets.

Many of these kids helped to collect stories from their families, although in that time children were not really regarded as a serious informants. This point of view has changed now: in many places of Africa kids are really talented informants.


I discover also an exhibition of powerful illustrations of Kurbads, the hero of a Latvian longest folktale who confronted ten-headed devils, dragons and other fantastic beasts. I would love to tell the adventures of Kurbads when I am back, I am sure Spanish kids would be delighted. I will write it on my wishlist.

And now it is time to go to Riga. We arrive at midnight, I say goodbye to Jaak, my dear jutumees, who has to catch the bus, in a couple of hours he will be home. I promise to visit him if I go to Estonia and to taste smoked eel. Hope to meet again in the wonderful world of stories. Tonight I have the impression that everything is possible. Let’s see what happens tomorrow.
To be continued…
I would like to thank Aldis Pūtelis, Kārlis Kalseris and Guntis Pakalns for their fantastic pictures. Liels paldies!

4 réponses à “De cuentos en Letonia 2 / Storytelling in Latvia 2”

  1. Gracias por compartir este fantástico viaje, con tu narración nos has trasladado un poco allá.

    Mmmm hasta me parece que probé un poco de sopa…

  2. Susana dit :

    Gracias, me alegro que el aroma de la sopa llegara hasta aquí. ¡Hasta pronto! Abrazos