Llego a Riga antes de anochecer y tengo la gran suerte de ver la puesta de sol sobre el mar Báltico mientras aterrizamos. En el aeropuerto ya me espera una cara conocida: Guntis Pakalns, con quien coincidí en el Maratón de Guadalajara del año pasado, organizador del festival local
Ziv Zup, además de filólogo, folklorista, narrador y un entusiasta de la tradición oral de su país. Me presenta a
Inita Šalkovska, una joven narradora letona, y también a
Jaak Känd, narrador invitado de Estonia, y nos vamos directos al coche, pues el camino es largo hasta
Kuldīga, una población de la región de Kurzeme, lo que se conoce en español como Curlandia, nombre que por su sonoridad me traslada rápidamente al mundo de los cuentos. En el asiento de atrás empezamos a hablar con Inita de cuentos, variantes, motivos… Está estudiando folklore en la universidad y le encantan los cuentos populares, sobre todo los maravillosos. En Letonia la cultura tradicional es muy importante y ha jugado un papel clave en el mantenimiento de la identidad letona durante el periodo de dominio soviético. Se ha hecho una gran labor de recopilación de canciones, leyendas y cuentos tradicionales, y el sistema de clasificación internacional de los cuentos hace las veces de lingua franca. Los folkloristas bromean aquí sobre esto, nombrando los cuentos directamente por el número del índice tipológico en lugar de por el nombre del cuento. Yo soy muy mala con los números, pero he estado chafardeando mi edición de The Types of International Folktales antes de venir, buscando el patrimonio oral común entre España y Letonia. «¿Conoces el cuento de la sopa de piedra?» «¡Claro, tenemos una variante aquí también!» ¿Y el de la barca que navega por mar y por tierra?» «No, pero conozco el del mundo que se volvió del revés.» «¡Qué maravilla! Cuenta, cuenta…». Me ofrecen
bērzu sula: agua de savia de abedul, que se obtiene precisamente en estas fechas, y que según dicen, sirve para preparar el cuerpo para la primavera. «Este invierno ha sido muy largo y la primavera está tardando mucho en llegar». Fuera del coche la temperatura debe ser bajo cero. No importa. En el coche estamos tan animados con nuestra charla que nos olvidamos del frío y perdemos la noción del tiempo, incluso erramos varias veces el camino. Despues de dar unas cuantas vueltas, llegamos por fin al hotel
Virkas muiža de Kuldīga, una casa blanca de madera de lo más confortable. Ya es más de medianoche, así que nos vamos derechitos a la cama, pues mañana el día será largo e intenso, centrado en los cuentos.
26 de abril
A la hora del desayuno, después de probar unas deliciosas gachas (putra) con mermelada de bayas, aparecen más historias: la contraseña del hotel es el nombre de una baronesa que se enamoró de un mozo de cuadra, un amor imposible en aquella época. Dice la leyenda que cuando los amantes intentaron huir a caballo, cayeron al río y se ahogaron. Pero cuenta Inita que la propietaria del hotel, la narradora Inese Šmukste, le dijo que una mujer alemana que se hospedó aquí, al escuchar la historia, replicó: «No, esta historia no es así, mi abuela me la contaba de pequeña, pues era de esta región. La baronesa y el mozo se casaron y tuvieron cinco hijos, pero se les excluyó socialmente. Puede que por eso se hiciera circular la historia de que murieron ahogados.»
Qué curioso… una historia se fue y volvió de nuevo. Y es que esta zona estuvo bajo dominio alemán mucho tiempo, y las historias circularon de acá para allá. Parece que este pueblo esconde una historia en cada esquina. Seguimos hablando de cuentos, de idiomas… Descubro que pese a la proximidad geográfica, el letón y el estonio no son idiomas intercomprensibles. Pero Guntis ha pensado en todo: se reúne con nosotros Agata Babina, que está cursando un máster de Estudios Hispánicos en la Universidad de Riga y habla español e inglés con fluidez. Ella se encargará de traducir mis cuentos del español y los de Jaak del inglés.
Enseguida salimos hacia el castillo de
Pelči, un misterioso edificio que alberga una escuela para niños con discapacidad. Visitamos la confortable biblioteca infantil y descubrimos que el caserón tiene un montón de rincones donde jugar al escondite. No tiene un fantasma, pero en el cementerio vecino a veces se ha visto pasear una dama de blanco que podría ser el espíritu que habita el castillo. Y es que en Letonia hay una especial predilección por los cuentos de fantasmas, especialmente por parte de los niños. En la sala de actos del edificio anexo ya nos esperan para escuchar cuentos: aquí suelen venir narradores, e incluso algunos niños de la escuela cuentan también, así que nos reciben con entusiasmo. Y con razón dicen que este país es una «nación de cantantes», pues enseguida se apuntan a corear el «bombombom birlibom birlibom» que cantan el abuelo, el niño y el pollino. Ágata hace un gran trabajo para que los cuentos lleguen a todo el mundo, y al acabar la sesión nos regalan a cada narrador un precioso cuadro pintado por los pequeños artistas de la escuela.
Nos vamos corriendo hacia la Biblioteca de Kuldīga, donde tenemos dos sesiones para niños con otras narradoras de la localidad. Kuldīga es una pequeña ciudad de la región de Kurzeme donde parece que se haya detenido el tiempo. La gente se conoce, se saluda por la calle, se detienen a hablar, hay un sentimiento de pertenencia, de comunidad. Aquí es precisamente donde hace 7 años se llevó a cabo como parte de un proyecto Grundtvig, ‘El desarrollo de las capacidades narrativas de los adultos: una perspectiva europea’ (2006-2008), un programa de narración para personas mayores. Este programa permitió descubrir algunas narradoras maravillosas y formar una verdadera comunidad de narración.
Llegamos y los cuentos ya han empezado, así que nos unimos al grupo de narradoras. Tengo la suerte de escuchar la historia de la hija de la Madre Agua del río Venta (contada por Guntis en el Maratón de Guadalajara y que explica el misterio de los peces voladores del río Venta) de boca de la propia Liesma Lagzdiņa, una mujer que conoce todas las historias de la región y las cuenta con sencillez y frescura. Los gestos son sencillos y austeros. Esto es algo que según me comentó Guntis, le chocó bastante cuando estuvo en Guadalajara y vio a narradores de otros lugares, que empleaban más recursos teatrales o escénicos. Pero la austeridad báltica viene sazonada por la hermosa musicalidad del idioma letón, y a pesar de no conocer el idioma, al preguntar luego sobre los cuentos, veo que he entendido lo que los gestos indicaban. Gestos austeros y precisos que cumplen su cometido.
Escucho también a otras narradoras: Ārija Klēvere, Ausma Lūse e Ivita Kalnozola-
Kalsere, más conocida como Pasaku Ragana, «La bruja de los cuentos», de quienes os hablaré más adelante, pues podré escucharlas varias veces y en diferentes situaciones.
Inita, Jaak y yo nos unimos al grupo de narradoras y añadimos nuestro granito de arena con alguna historia. La historia de Jaak y su nieta me recuerda a los veranos que pasaba en casa de mis abuelos, donde imaginábamos mundos paralelos. Inita también cuenta una historia de risa y entiendo la palabra
putra que he aprendido por la mañana en el desayuno. Seguimos con las historias y hasta un niño se anima y cuenta un cuento. Todo el mundo está preparándose para ganarse la escudilla de sopa de pescado del día siguiente.
Después de la sesión comemos y aprovechando que la lluvia nos da una tregua, vamos a visitar la localidad de la mano de Liesma, que conoce el pueblo palmo a palmo, historia a historia. Dice la leyenda que una mujer se volvió loca cuando su prometido apareció muerto poco antes de la boda. Desde entonces se dedicó a coleccionar gatos, aislada del mundo, y todo el mundo empezó a llamarla Katalina, pues coleccionaba gatos (
kaķis en letón). Finalizamos el paseo en la cascada del río Venta, para observar los peces voladores, llamados
vimba, que dan unos espectaculares saltos, intentando salvar el desnivel de la pequeña cascada. Después de ver algo así es imposible no creer en las maravillas. Si queréis, un día os contaré la historia de la hija del río Venta y el misterio de los peces voladores, aunque no sé si le podré hacer justicia.
Después de una charla informal en la que intercambiamos experiencias sobre la narración alrededor de una taza de café, y donde por fin conozco a Māra Mellēna, una de las promotoras del movimiento folklóriko infantil en Letonia, volvemos a la biblioteca, donde ya ha llegado la representación de la comunidad suiti.
Los
suitis son una pequeña comunidad católica que han conservado intactas sus tradiciones. Se les conoce en especial por un canto popular llamado
burdon que suelen interpretar las mujeres, con temas de tipo humorístico, que ha sido reconocido como parte del Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo, hasta ahora no se habían recopilado sus cuentos. Pero parece ser que finalmente se han puesto manos a la obra y los han recopilado en un libro acompañado de CD que se presenta hoy: SUITIJA, por lo que es un paso importante.
La sala de actos de la biblioteca se llena de gente, los narradores ofrecemos algunos cuentos, las mujeres suitis nos obsequian con sus cantos y todo el mundo se echa a reír al escucharlas, mientras el destinatario de los versos recibe las burlas con una sonrisa. Se hace difícil conseguir una traducción, pues nadie puede aguantarse la risa y traducirme con claridad.
Lo que queda claro es que todo el mundo se lo pasa en grande con estos cantos irreverentes, un gran ejemplo de fusión, y me alegra ver que sigue siendo una tradición viva y amada por todos. Supongo que a la iglesia no le hará tanta gracia, pero la cultura tradicional no tiene que nada que ver con lo políticamente correcto. Quizá por eso siempre se la haya considerado algo menor, poco importante. Pero ahí radica también su fuerza, su pervivencia en la memoria de la gente.
Luego compartimos un delicioso refrigerio: pan de centeno con diferentes pescados ahumados, unas pequeñas empanadas con panceta llamadas
pīrāgi, y las famosas
sklandrauši, unas deliciosas tartaletas de zanahoria y patata típicas de Kurzeme. Hablo con algunas mujeres suiti y les doy las gracias por sus cantos. «¡Pues a mi me ha encantado el cuento de la mujer lobo!». Todo el mundo se agolpa a la mesa para disfrutar de la comida, se llenan los vasos, se brinda… Pruebo una infusión de prímula, llamada aquí
gaiļbikši, que significa ‘pantalones de cocinero’, y me hace gracia el nombre.
Alguien celebra su cumpleaños y todo el mundo empieza a cantar en su honor; luego se van improvisando cantos para cada persona de los presentes. En Letonia hay una gran afición por el canto improvisado: la métrica de las dainas, las canciones tradicionales letonas, unos cuartetos cortos de expresión poética concisa, cargada de símbolos, dan pie a la libre combinatoria y a la improvisación y eso me hace pensar en los tiempos de Homero, en los que cuento y canto eran todo uno. Estamos muy al norte, a orillas del mar Báltico, pero la gente me parece tan cálida y abierta como en el Mediterráneo, dispuesta a disfrutar de la buena compañía.
Volvemos abajo donde ya está todo listo para la actuación de Inita y el grupo Pērkonvīri. Esta joven narradora empezó a contar de niña, cuando obtuvo el premio de “reina de los cuentos populares” en el concurso de narración de 2004, y ha desarrollado un estilo de gran elegancia. En esta propuesta, la música y cuentos están juntos, pero no revueltos: los músicos “pintan” el escenario de cada parte del cuento, creando una atmósfera propicia a la maravilla gracias a un montón de instrumentos de sonoridades extraordinarias como el kokle, instrumento de cuerda tradicional letón similar al salterio. Inita hilvana un solo cuento sobre un hijo prometido al diablo; el diablo vuelve el mundo del revés; entonces el muchacho encuentra un castillo bajo tierra, se casa con la princesa, pero duerme durante 7 años y al despertar no encuentra a su esposa, pero tras una lárga búsqueda, la encuentra de nuevo el día de su boda. Pero aquí Inita ha introducido muchos otros motivos de otras historias tradicionales letonas, jugando con ellos. El trabajo de las nuevas generaciones parece muy prometedor.
Una vez finalizada la sesión, siguen las charlas: de repente Liesma descubre que hablo alemán y pasamos un buen rato parloteando. «Aquí también tenemos cuentos de hombres lobo. Dicen que si alguien pasa por debajo de las raíces de un árbol, se transforma en lobo, pero en un lobo con sed de sangre humana, y sólo se le puede matar disparándole con balas de plata.» Le digo que sus historias son más valiosas que el oro. Sonríe y me dice: « Kuldīga antes se llamaba Goldingen». Por algo será. Ārija se une al grupo: es una mujer menuda y que no para de moverse y cuenta historias divertidas con mucho salero. También habla un poco de alemán, y empieza a cantarme con Jaak una canción que empieza «Oh Susanna, Marianna…», ella en letón y Jaak en su versión estonia. Canciones y cuentos unidos otra vez…
Vamos al coche en dirección a la última sesión de cuentos de la jornada: cuentos de fantasmas en la escuela de Kuldīga. Pero al verme bostezar, antes de ir a la escuela pasan por el hotel y me mandan a la cama. «Quiero ir a escuchar los cuentos», insisto, como una niña, pero Guntis, Liesma y Ārija se mantienen firmes: nos envían al hotel a Jaak y a mí para que descansemos. Māra Mellēna me ha dejado uno de los espléndidos mantos de colores para contar mañana en el exterior, pues han anunciado lluvia y mal tiempo. Pero Liesma dice que conoce una canción para hacer que las nubes pasen de largo. Espero que funcione, pues el cielo está bastante encapotado. Me voy a dormir, y en cuanto toco la cama, me quedo dormida, exhausta. Mañana es el día principal del festival; espero que los cantos de Liesma funcionen.
Continuará…