Sigue la crónica de preparación del FEST…
9 de mayo de 2015
Primer día del taller. Una pequeña y preciosa casa de pescadores de finales del siglo XVIII, remozada como centro cultural, nos abre las puertas. Sheila e Isabel nos han preparado la sala de arriba, una sala diáfana de madera, donde se exponen obras de artistas del barrio.
Xavi, el pescador, nos instruye sobre lo más básico: poner hilo en la aguja, hacer un nudo, empezar a tejer la red. Es más difícil de lo que parece. El pescador pasa por las mesas, nos corrige, nos guía. Le acompaña su hija Daniela, de unos 10 años, que domina la red con soltura y nos explica con desparpajo cómo ir formando la malla, nivelando cada trozo, haciéndola crecer hacia abajo, a la izquierda, a la derecha… Lo importante es mantenerse a distancia de la red para tener perspectiva y verla como un todo. Y al igual que con una red de personas, cada nudo es importante, pues todos unidos conforman una misma red. Una vez con las cuatro reglas básicas, la cosa es ir practicando, ir tejiendo hasta conseguir soltura. Estamos todos concentrados, aún así surgen conversaciones aquí y allá, risas, alguien canta… pero casi nadie despega la mirada de su red.
Hoy Xavi nos deja antes porque tiene reunión en la cofradía, y hacemos una pausa para el café antes de seguir con el taller. Charlamos con el autor de los dibujos que se exhiben en la sala. Nos cuenta que de niño veía a los pescadores tejiendo redes en el barrio. Y hablamos de cómo se ha perdido la costumbre de cantar y contar historias mientras se trabaja, al desaparecer muchas labores manuales. «Se ha perdido la alegría de trabajar», dice Patricia que alguien le dijo una vez. Y es cierto que la vida quizás ahora es menos dura, pero más escasa en cantos y cuentos.
Dejamos un trozo de red en la mesa, y la llenamos de barquitos de papel: en ellos Patricia ha escrito una serie de palabras en torno al tema narración e inmigración, uno de los temas que se tratará en la Conferencia del FEST de este año, como disparadores para hablar. Y hablamos. Precisamente en el grupo de socios que asiste hoy al taller, hay unas cuantas personas que trabajamos los cuentos desde la diversidad, y coincidimos bastante en que el tema de la inmigración tal como lo abordan las instituciones culturales, lamentablemente, está bastante dictado por la política, lo cual más que ayudar, desayuda. Hablamos sobre lo bueno que resulta mezclar diferentes tradiciones, tomarlas prestadas y devolverlas con algo nuevo. Cada uno comenta su experiencia con la diversidad, su punto de vista, hasta qué punto la idea de tradición es algo demasiado restrictivo, y coincidimos en preferir una tradición formada por todo aquello que amamos, proceda de donde proceda. Ser de un lugar u otro ha dejado de tener sentido para nosotros, al igual que decir que un cuento es de un lugar u otro. Hablamos también del exotismo soñado, basado en los tópicos, que a veces suele ser la tendencia en algunas instituciones, y pensamos en formas de huir de ese concepto, como por ejemplo, tratando de mostrar la diferencia hablando con las personas que trabajan en las instituciones, y no con las instituciones en sí.
Ignasi Potrony habla de la apuesta por el mestizaje que hacemos en un proyecto de cuentos del mundo del que Catherine Favret y yo también formamos parte, y que hemos ido replicando en diferentes ciudades del país. Una de las cosas que más me gusta de ese proyecto es que no se focaliza en algo concreto como la inmigración, sino que de un modo indirecto, favorece el fortalecimiento de la identidad, el descubrimiento del otro… de un modo natural.
Eva Folgado nos habla de una experiencia que dirigió como profesora de catalán, en la que algunas de sus alumnas, la mayoría de cultura oral, contaron cuentos en la escuela de sus hijos en su propia lengua y en catalán. Enseñar una lengua para que esas personas puedan contar cuentos en la biblioteca, otra posibilidad que se está explorando.
Patricia McGill pone sobre la mesa el hecho de que cuando llegas a un país extraño y quieres pasar desapercibido, eso no siempre resulta fácil, y que a menudo tienes que estar defendiendo tu cultura, lo que en tu lugar de origen es algo habitual y se da por supuesto, de repente ahí tienes que estar defendiéndolo constantemente, y eso desgasta. También que las instituciones, a veces con muy buena intención, según como les llegue la idea de trabajar cuentos e inmigración, pueden convertir un buen proyecto en algo vacío.
Ignasi comenta que antaño la separación entre comunidades de culturas y religiones distintas era muy grande, pero que ahora ya no es así: hay grupos más integrados que a la vez conservan muy viva su identidad, y dentro de esas comunidades el cuento puede resultar perfecto, pues las personas pueden encontrarse a través del mitos, del contar, en lugar del logos, que ordena, clasifica. El entendimiento puede llegar por la vía del imaginario, a través de símbolos que se pueden leer de muchas maneras.
Buscamos más palabras en los barquitos de papel… Catherine Favret toma el barquito donde aparece la palabra “arroz” y dice que le gusta porque el arroz se puede compartir tal como se pueden compartir los cuentos. Y que los cuentos son uno de los lugares donde todo el mundo está de acuerdo, como sucede con la comida.
Ignasi cita un fragmento del cuento La hermosura del mundo, el momento del encuentro entre el rey y la princesa:
«y empezaron a hablar y hablar, y vieron que tenían muchas cosas iguales, y eso les pareció hermoso… y siguieron hablando y hablando, y vieron que también tenían muchas cosas diferentes, y eso también les pareció hermoso…»
De algún modo, esto resume hermosamente lo que estamos hablando.
Entre todos pensamos qué nos gustaría encontrar en las personas de las instituciones que se planteen trabajar el tema de la inmigración a través de los cuentos: confianza en el arte y en la persona que está realizando este arte. Y por nuestra parte, ofrecerles herramientas para que puedan descubrir que este arte existe.
Ya casi es la hora de marcharnos, pero Ignasi protesta: «ha habido un fallo en este encuentro… no hemos contado ningún cuento». Para subsanar el error, le pedimos uno. Y nos cuenta este:
«Una antigua historia persa cuenta de un narrador de pie en una roca ante el océano, contando sin descanso una historia tras otra. Apenas hace una pausa para beber de vez en cuando, y sigue contando mientras el océano, fascinado, lo escucha en calma. Si un día el narrador se callase, o si alguien lo hiciese callar, nadie sabe qué haría el océano.»
Ahora toca digerirlo y soñarlo, para poder transmitir nuestra visión en el FEST.
El próximo sábado, más…